Anteverano

24.04.2018

El calor celeste ha quemado

mis pómulos maduros. 

Ha estrangulado lo vago, 

lo tenue y lo sonámbulo

entre haces de luz.


Me adornan machacones pardos,

infancia amapola en las esquinas

de mis piernas de pera. 


Me atraviesan llagas las yemas

de mis dedos de cirujano

de ronchas de fresas. 


Chorros tibios color púrpura salpican

al hendir el filo 

del bisturí en los sarpullidos. 

Me gritan, las malditas, 

perfume fino. 


Huelo a tierra pateada,

a geranio hiedra, 

y a tomatera de hojas crujientes. 


Me sabe a hierro el labio

partido por la risa

que trae la brisa de anteverano. 

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