Clásicos
Nos hemos creído demasiado a Platón. Nos hemos atrevido incluso a mancillar su Mundo de las Ideas y hacer de la Tierra su reino. Ni veneramos a la Razón ni veneramos a Dios. A las mujeres nos han tendido, sin pedirlo, una meta sobre las manos: el ideal de Belleza. Afrontamos con dolor su ausencia, pero sigue apareciéndose como alcanzable- en televisión, en redes sociales, en medios audiovisuales de toda índole.
La Paradoja de Aquiles y la Tortuga ha sido usurpada para servir a los intereses de un capitalismo patriarcal. Zenón de Elea pretendía demostrar que todo cuanto conocemos es ilusorio, hoy su argumento se ha planteado de modo que tendamos a creer que no sólo el movimiento hacia la tortuga es real, sino que la tortuga es alcanzable.
Por mucho que Aquiles avance, cuando llegue a la primera localización de la tortuga- punto A-, ésta habrá recorrido un tramo más- hasta el punto B- por diminuto que sea, y si su movimiento es constante, cuando Aquiles alcance el punto B, la tortuga se hallará en un nuevo punto C. Así sucesivamente. Enunciado falsable, no sólo por la física sino también por la experiencia, que resulta atrozmente cierto si sustituimos la figura de la tortuga por el ideal de Belleza.
Nos decimos posmodernos cuando, en realidad, la mayor de las subjetividades- quizá incluso inexistente- es la Autoridad Suprema. No hacen falta jueces ni Purgatorios, tan sólo espejos. No es necesaria la estampa del Santo, sino publicidad disfrazada de diversidad, multiculturalidad y mentiras que se dicen potencialidades de verdad, inclusivas. Hay montones de mártires, de personalidades divinificadas, pero sólo hay una autoridad: la Belleza. El sacrificio es el camino de acceso, la penitencia es el precio que se debe pagar por los pecados inherentes a la condición humana. Se habla de secularización del poder espiritual en sociedad política, pero Carl Schmitt se equivoca, el culto se rinde a la Belleza, se canaliza a través de las mujeres y se nos transforma en el verdadero campo de batalla. La guerra se libra siempre sobre nosotras. No es la sociedad política, es el patriarcado, el capital y el eurocentrismo. Querrán que sus métodos de control se disfracen y mimeticen, desearán que aparezcan bellos, y por eso se dirán sociedades democráticas, civilizadas, plurales. Ni siquiera son capaces de hacer valer la estética porque su mercado la ha apuñalado, su modelización la ha apresado. Con sus pistolas han llegado a tierras incorruptas y les han apuntado por detrás mientras les plantaban un canon frente a las narices. "Asimiladlo, exigid que vuestras mujeres sean bellas, no salvajes."
Nosotras no pagamos con billetes y monedas, nosotras disponemos de tiempo. Tiempo para preservarnos del tiempo, tiempo para devenir y una vez transformadas, ser eternamente estáticas. Con nuestro tiempo han hecho negocio, han sembrado muerte, han invocado a la Libertad. Han pretendido neutralizarnos. En la era de lo grabado, lo vivido no vale nada, hasta que lo resucitemos.
Con rabia, cada día veo en mis compañeras, en mis amigas, en mis hermanas queridas, el sufrimiento del no llegar. El doble sufrimiento de sentir que la culpa es suya, por ser demasiado vanidosas, superficiales y frívolas. Incluso triple cuando una se da cuenta de que nada de lo anterior es un problema interno y la impotencia se convierte en una constante. Tengo algo claro: nos han adiestrado en el futuro, en el perseguir, en la búsqueda del objetivo final, en la praxis como medio. Siendo así, no descansaremos, acabaremos por gritar: ¡La Belleza ha muerto! Nietzsche nunca habrá sido mejor reformulado.