Confinamiento/mirador
Confinarse significa resituar los límites de lo real alrededor de unx. Habitar los confines de la tierra desde la cercanía más inmediata, difuminando el adentro y el afuera hasta la saturación incómoda. ¿Es acaso un repliegue de unx sobre sí mismx? ¿una apertura del sí mismx hacia la lejanía más imposible?
Yo tengo la sensación de que estar encerrada me sobra y me falta. Las superficies se ensanchan mientras empequeñecen. Alicia en el País de las Maravillas deja de ser fantasía. "¿Qué pasa con la salud mental ahora?"-me ronda la cabeza kilométricamente. El espacio utiliza los orificios de mi nariz para volverse esqueje, injerto. Sus raíces invaden mis alvéolos y presionan entre mis costillas como un baobab. Cada bocanada de aire se agarra a mis entrañas y tira centrifugando hacia el corazón. Puedo escuchar los gritos de espanto que mi estómago busca digerir.
He sido arrojada al confín más tétrico de todos: la presencia. ¿Cómo se está frente a los muros? ¿cómo se responde al espejo si no hay camino de vuelta? ¿cómo habitan lxs castigadxs ese interior tan lejano que no existe dentro de la sociedad? Por lo menos, quisiera tener algunas poleas y un arnés. Desearía descender por mi garganta con una cinta métrica amarrada a los ojos. Me tiemblan las piernas a medida que anticipo los encuentros que me esperan, sin café sobre la mesa y con rostro feminista.
Hoy recorrí mi habitación a gatas, rodando por el suelo, reptando sobre la mesa de escribir. Busqué el desequilibrio de sostenerse en pleno vuelo extendida sobre la cama. Miré mis pupilas hasta penetrar hiperbólicamente en su cámara de invierno. Mi mirada me habla. Mi útero llama a la puerta, mi corazón late contra las espinas que lo asedian en un tango sádico que clama vida. Salud y vida. Socorro y vida, socorro socorro socorro, porque la placa tectónica que me toca surfear es más bien un tablón de corcho de medio metro cuadrado. Y los confines de mí misma tienen más frentes que dimensiones, más clavos que caucho. ¿Dónde está Oz? ¿existe, acaso? ¿se construye? ¿se sueña? ¿se aflora? Cuando era pequeña, tenía mucho miedo de los bufones en las rocas del paseo marítimo. Los bufones, sin embargo, no son traicioneros. Sólo atacan a mar revuelta. Señalan su límite a carcajadas, abandonan la mansedumbre con sirenas de neón.