Corpórea

Le prometí una explicación para hacerle entender cómo me siento. Es extraño porque sé cómo me siento y sin embargo no soy capaz de transmitirlo. Hay dos opciones: o me falta vocabulario, o al vocabulario le faltan sentimientos. Quizá la clave esté en que no quiero caer en la cursilería melosa y es probablemente lo que ocurrirá si tecleo en su nombre.
Las horas descolgándose sobre nuestros pies inmóviles no hacen más que darme la razón. Un cuarto de luz amarillenta y olor a madera polvorienta nos acuna. Lo único que tenemos ahí dentro es a nosotras mismas (cada una a sí misma, desde luego). Suena simple pero es de los escasos casos en que cuento conmigo misma. No pretendo con esto vender una imagen de amor y pureza estereotipada que sea norma, ni alimentar mitos insanos, sino reflejar fielmente cuál es la reacción de mi cuerpo a su presencia. Incluso en la nada, donde ningún objeto material proporciona distracciones, donde todo el entretenimiento ha de partir del interior, siento estar donde pertenezco. Las raíces, en mi caso, son algo que entiende de tierras y químicos. Sé reconocer en mi propia anatomía en qué sedimento hago mejor la fotosíntesis.
En el abrazo me recreo y mi agujero se hace diminuto hasta dejar de consumir toda mi energía. He ido comprendiendo cómo lo intangible, cuando es de verdad, se vuelve mucho más poderoso que la riqueza y el lujo.
Cuando era pequeña, tenía la costumbre de seguir las huellas que otras personas marcaban en la arena. Mi diminuto pie se esforzaba por no desviarse buscando al ingeniero que había trazado ese camino. Los domingos siempre me invadía una sensación abrumadora de soledad que casi cortaba mi inhalación y me aburría tanto que apenas tenía fuerza para moverme. Sus huellas hoy no están siempre cerca. Cuando se cruzan en mi camino, sé reconocer a dónde llevan y la pequeña Oz se levanta para mí, tachando todos los domingos de los calendarios.
Cómo voy yo a olvidar alguna vez que en camas de 90 centímetros dormía mejor acompañada que sola. Evidentemente cada día vivo bien y aunque no lo tengo todo no puedo considerarme insatisfecha o desafortunada, pero cuando se abre el agujero sólo puedo esperar a que el viento lo sople lejos.
En los sueños, en la imaginación, no voy a mentir, hay siempre espacio y deseo para ti.