El tiempo: todo locura
Hasta a mi padre le parece que soy un desastre con sentido. "¡Qué decadente eres, hija!"-me dice una amiga. Hoy escribo para constatar que no sólo soy lágrimas sostenidas. Estoy viva y no lo aborrezco. Tanto cantar mi talón de Aquiles aparezco retratada entre ruinas, cuando soy, en efecto, una ciudad en desarrollo. Andamiajes para soldadores, arquitectos maquinando y obras a prueba de terremotos ya desarrolladas.
Tengo espacio para nubes escarpadas, orondas, pálidas y saturadas. Permito que los cruceros arriben y amarren en mis fluidos porque sus nombres repipis y opulentos me divierten y su fachada me horroriza. El Independence of the Seas fue el último en visitar. Junto con el Liberty of the Seas y el Freedom of the Seas, fue el más grande de sus congéneres, mimado por la naviera "Royal Caribbean International".
Dando brincos siento mi bigote ondear estirándose como un manto a mis espaldas. El único peso que permito a mis hombros es éste. Me río de que la divisa que utilizo se represente como NOK. Desafío insolente la voluntad y admiración de los que me idealizan y suelto carcajadas hirientes de las que más tarde me arrepiento.