EsGatológico

09.01.2018

Una ambulancia dejaba a su paso las notas musicales de "La Vie en Rose" como si en vez de muertos llevase helados.
La lengua de un gato de hielo lamía mis mejillas. El frío áspero lijaba mi piel y se dolía en la cicatriz de mi dedo índice como tratando de recordar que las heridas, aún cerradas, no se curan del todo. Las cicatrices son la huella que nos protege del olvido, como diría Derrida.
¿Para qué escribir este texto? Para garantizar que la idea siguiente no es voz, no es presencia, no es contingencia sino ausencia: la caca siempre es marrón. Es marrón porque nuestro cuerpo es una especie de atrapasueños para los colores. Chupa los matices del arcoiris y abona la Tierra con el resultado de tal depuración.
¿A dónde van esos colores? De mi pelo empiezan a escurrirse y mi piel es cuasitransparente. Los colores se adhieren a los órganos y los hacen funcionar y cuanta más mierda una ha producido, más saturado se ha vuelto su interior. 

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