Farolillos

10.03.2018

Una pequeña araña de cansancio me recorría los párpados desplegando una fina tela pegajosa sobre mi globo ocular. Lo que podría haber sido una vida más sobre esta Tierra fluía sobre mis piernas con la tranquilidad de no ser destructivo. Se incrustaba en mis estrías como el sol en los poros de mi piel, aún húmeda y fantasmagórica.

Los ritmos de México y Nueva Orleans se alternaban sin criterio alguno. Yo imaginaba color tras las cortinas. Afuera, en cambio, no había parado de llover desde hacía semanas, Burger King vendía pedazos de sufrimiento en cajas de cartón, y los árboles se mimetizaban con los humos grises de los tubos de escape.

La mañana había pasado entre las sábanas y seis hojas de epistemología, como siempre mostrando rendimientos decrecientes. Entre párrafos leía mis inseguridades y preocupaciones, de pronto la justificación de las creencias tenía más que ver con mi miedo a querer que con la veracidad de los argumentos. Sólo me fiaba de la comida aunque no trajese más que traición.

Por la noche había soñado que me asfixiaba, lo recordé cuando me entraron arcadas de angustia y me quedé sin aire. Parecía que se venía de nuevo. Hace unos días se asomó la primavera y me acunó dulcemente susurrando que todo estaba bien. Después las sirenas de los bomberos la arrollaron y, de no ser por quienes brillan con luz propia, Madrid volvía a marchitarse. 

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar