Las almas cálidas siempre quieren helado

30.01.2018

La profesora de economenosequé utiliza constantemente la expresión <<at the end of the day>>. La sensación que me suscita me hace pensarme a salvo al tiempo que ahoga, podría llamarse circularidad- como una de esas series de comedia en que, al final de cada capítulo, todo vuelve a la normalidad. La nueva estaticidad, como sus fórmulas, se compone de constantes e incógnitas. Sé que en Getafe me espera su inglés macarrónico y que el camino que debo hacer va en dirección contraria a la que desearía seguir. Observo con resignación el andén de en frente esperando encontrar una mirada familiar que me sonría pero no hay más que desconocidos. Al menos el violinista de Versailles sigue en la estación y por fin me he dignado a darle una moneda. Él no sabe que su ausencia trastoca por completo la gráfica de mi jornada.

Los terraplenes de grava arenosa salpicados de matorrales se suceden entre graffitis que mencionan a Jenny, Josh y Karen en colores neón. Escombros, naves de latón y montones de chatarra desguazada. Todo es fugaz, en un abrir y cerrar de ojos el tren da la espalda al primer decorado y una no sabe si ha sido un sueño de las ocho de la mañana o verdaderamente ha echado un vistazo fuera del vagón. Chaca, chaca, chaca. No amanece, parece que el sol sí sigue dormido a las ocho de la mañana. Las facultades de ladrillo aparecen plantificadas en mitad del cielo gris como si tuvieran una horrible resaca.

Suelo leer a Lucía Berlin porque parece que hablo con una amiga, pero es mejor porque no tengo que hablar realmente. Odio la compañía forzosa a las ocho de la mañana en el tren y la autora es tan humana que comparte estas pequeñas manías conmigo. Hoy he aparcado su neurosis y cercanía para poner la oreja en conversaciones ajenas. En concreto, me he sentado a propósito a pocos asientos de una catedrática de filosofía que se había encontrado a su colega. Había escuchado sus charlas sobre identidad, género y violencias e idealizado su melena canosa de doctora. Esta mañana hablaba sobre sus hijas y el ajetreo que arrastra a diario- supongo que hasta <<the end of the day>>- y se ha convertido en una Lucía Berlin con una vida cíclica y angustiosamente tangible.

Tenía pensado repasar esos apuntes en que letras griegas saltan entre parámetros y funciones de utilidad, como también esperaba escribir esta entrada, pero Silvia me dijo que se iba al cine. Llegué dos minutos tarde, oliendo a sudor y mascarilla de chocolate. En el metro me miraban raro porque bailaba y cantaba por lo bajo las canciones de ABBA. Interrumpí Chiquitita para saludar a mi amiga, me quité la boina y nos sentamos en las butacas 11 y 12. En la película también interrumpieron Chiquitita.

Para patear las ganas agridulces de llorar nos tomamos una cerveza en el bar que odia y después la invité a un helado. Es enero, eran las once de la noche. Silvia comería helado todos los días de enero, de febrero y de diciembre. Las almas cálidas siempre quieren helado, no importa la época del año ni el momento del día. Le dije que por su culpa no había escrito esta entrada y con mucho morro respondió que ahora que la había visto estaría doblemente inspirada y podría artistear un poco. Por no llevarle la contraria estoy tecleando pamplinas sobre la mar de Madrid a la una y media de la mañana. Cada día duermo menos. (Total, todo podría ser un sueño de las ocho de la mañana)

Nos despedimos con unos cuantos abrazos decorados con palabras de fastidio. En la línea 4 del metro unas cuantas mujeres se despedían con dos besos estándar para cada cual. <<At the end of the day>> las incógnitas han hecho de la cotidianidad un dulce sueño de las ocho de la mañana.

Nota: el dulce sueño de las ocho de la mañana se diferencia del sueño de las ocho de la mañana en un matiz sencillo a la par que relevante. La dulzura viene dada por un decorado de balcones de forja en lugar de hierro aplastado a la orilla del río, junto a las vías del tren.

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar