Para que muera la primavera
Madrid rota sobre sí misma
alrededor de Sol.
Entré en órbita
café en esófago
y en la retina, la rutina.
El despegue fue turbulento,
se interpuso el portero opulento.
Me dijo "hija", y con la risa
se revolvieron en estelas
las teselas que lo bordan en mi mente.
Buenos días -me dice el bochorno
lamiéndome el escote, borracho.
El asfalto también saluda
y observa mi tanga, que suda
bajo mi falda vaporosa.
Con aleteos naranjas y rosas
sobre el macizo hormigón lato.
Quiero alejar mis plantas sedosas
de las máquinas de latón
que, en lento zig zag, se pelean.
Tenemos permiso para disfrutar de lo verde,
pero como es privado,
a la hora de lo romántico debe estar cerrado.
¡No vayan a colarse en los parques
las putas y los tarados!
Hostiles son los ladrillos
que se atizan con el verano
para que esto no sea vida
sino horno crematorio.
Madrid, rota, es ella misma,
¡qué inhumano!