Parte 1
Lo siguiente no pretende ser literatura, se escapa directamente de mi cuaderno del verano.
MADRID, 28 de junio-3 de julio
-¡Mierda, ya sé lo que me olvidé!- Sacó el móvil a toda prisa.- ¡Papá, rápido, tráeme la bandera del orgullo!
A los cinco minutos llegó Inés en su coche de siete plazas. No habían conseguido encajar uno de los asientos, con lo que Olaya se ofreció voluntaria para apoyar su culo en una de las maletas.
En el autobús vi parte de Trumbo. Me estaba gustando así que la terminaré en algún momento. Candela y yo nos tragamos el último capítulo de Pequeñas Mentirosas, y aunque fue una "mierda espichá n'un palu" debo admitir que me dio pena que mis cuarenta minutos de basura semanales se terminaran.
La maldita capital es como un mastodonte vanidoso. ¡Qué horror de avenidas para reyes con obesidad mórbida!
C-Tangana, las Nancys, Fangoria y Amaral. Eso fue lo más entretenido de los primeros días. La pobre Ana estaba enferma, tenía cara de vinagre y pocas ganas de aguantar a mariconas descontroladas.
Los días siguientes fueron más bien noches en Plaza España y mañanas en la cama. Alberto cocinó arroz con verduras (pava, bajoca...) y se disculpó por adelantado unas 20 veces por si no le había salido bien. Es el mejor arroz con verduras que he probado.
La manifestación fue inmensa y emocionante. No voy a reflexionar intensamente al respecto pero me alegra ver que cada vez somos más los que podemos salir a la calle (aunque siga tratándose de una minoría, con todas las discriminaciones que se siguen viviendo y sumando las agresiones a las que nos exponemos incluso donde "ya no hay homofobia").
(...) Tuve un orgasmo en un portal y participé en la brigada de búsqueda del móvil de Luz.
El último día entre tanto capitalismo rosa, o en este caso arcoiris, lo pasé en el Casa Sofía, una pensión de lo más chocante. Había camas hasta en el salón, dos baños de antiguos azulejos a compartir y madrigueras de madera atestadas de somieres como si de Legos se tratara. Caminamos y bebimos cerveza por Malasaña, escapamos de la policía y casi abandonamos a Marina en el metro accidentalmente. Menuda cara de terror se le quedó cuando todas descendimos del vagón y las puertas la dejaron encerrada.
Volví a casa sucia y con infección de anginas.