partida de nacimiento
No me entendería sin el agua. El mar me ha esculpido como si mi cuerpo fuera costa. No lo llamaría huir sino llegar. Siempre llegar a casa, donde a veces el azul es como la brea y a veces es incoloro. Debajo yo encontraba, antes, fósiles de gusanos que vivieron cuando allí no había océano. Mi abuela los removía ágil como si hurgara en el puesto del mercadillo y encontraba verdaderas joyas que no siempre extraía porque tenía que quedar para los demás.
De ese mar a veces emergen calamares gigantes. Son reales y miden trece metros (tentáculos incluidos) y una vez el agua quiso recuperarlos en plena marejada rompiendo los tanques del museo donde los conservan en formol. También quiso llevarme a mí y con más ímpetu a mi hermano, que por poco no sale y nos quedamos sin él. Por eso la llegada es prudente.
Reconocería muchos espacios según su fondo marino. Reconocería los que me he inventado y los que han recogido mis lágrimas discretas de desamor o desesperanza. Si me muero en una ola no habré huido, habré llegado a casa.