Quiero ser cantante

11.09.2019

"Todos tenemos un amor que nos complica la vida". Eso cantaba ayer Julieta Venegas por la minicadena de una cafetería de aeropuerto. Yo estaba allí por la conexión a internet, tomando un mate que resultaba ser una infusión normal y corriente, nada que ver con la yerba argentina. Me hizo reír, me pregunté si era cierto. Hacía diez horas que había tomado un taxi para dirigirme al aeroparque de Córdoba, cuando todavía las carreteras cantaban en silencio, y aún me quedaban unas 45 horas por delante hasta llegar a Guadalajara. Pero no, no era una complicación, no podía aceptar las afirmaciones de la Juli.

Pasar horas en un aeropuerto es curioso. Junto a los "servicios higiénicos", operarios hacían fila para recoger sus credenciales. Yo me lavaba los dientes entre maletas gastadas y el sonido intercalado de las cisternas, que en Lima se llevan el agua en sentido contrario al de Madrid. ¿Correrá la sangre también a la inversa cuando una está en el hemisferio sur? Quizá, al menos una recuerda de donde viene. Muchas mujeres esperaban en la zona de llegadas con trajes típicos plagados de color y globos de bienvenida. Fuera se repetía la palabra "taxi" sin cesar.

Sólo a las nueve de la noche pude facturar mi maleta y cruzar del lado de las puertas de embarque. Pagué una ensalada con mastercard débito, no sé si en dólares o en soles, porque estaba harta de los sándwiches y ya empezaban a oler tan mal como yo. Me preparé un combo de vitaminas efervescentes, como las que tomaba mi abuela, corticoides, ibuprofeno y antihistamínico. Sigo escupiendo flemas verdes, llevo más de un mes descubriendo aflicciones en diferentes zonas de mi cuerpo, los virus se divierten recorriéndome como si fuera un parque de atracciones. Y tengo una pinta horrible, la cara seca, los labios tan deshidratados que duelen, porque en tan poca piel no cabe su carne. En fin, Bea me dijo que esperaba algún escrito post-México. Yo estoy bloqueada con la escritura, pero de algún punto hay que tirar. Podría hablar del hombre que lleva un gorro imitando la cabeza de una alpaca y bebe una cerveza cusqueña, de la comida servida en bandejas de aluminio o de lo gracioso que me parece el espectáculo de las azafatas cuando reproducen las instrucciones de seguridad. ¿Algún otro detalle? El mobiliario del avión me da calambres cada vez que lo rozo, y la frazada de textura batamanta se engancha a mi postilla del codo levantando las plaquetas, dejando que mi sangre se escape.

Esta herida me la hice el jueves pasado, al salir de yoga aéreo. Me había levantado catatónica y no tenía energías para afrontar el día. Pensé que se debería a que tenía que bajarme la regla no tardando mucho. Me obligué a abandonar la cama e ir a la clase porque de lo contrario entraría en un bucle miserable del que no me desprendería en todo el día. Avisé a Ali de que me sentía sin fuerzas y no me esforzaría demasiado. Entonces me pidió permiso para evaluar mis puntos energéticos con un cacharro de metal. Al parecer, tenía los siete chakras de la columna cerrados. Maravilloso, después de llevar unos veinte días realizándome limpiezas era justo lo que esperaba. Me dio reiki durante un rato, mientras Camila movía sus piernas apoyadas en la tela de un lado a otro.

Ali me explicaba que la experiencia del viajero podía ser desestabilizadora, especialmente para quien pisa tierras con las que se tiene una deuda, donde existen heridas a ser reparadas. ¿Había pedido permiso espiritual para estar allí? Eso me rondaba la cabeza. Al salir me encontraba como nueva, me sentía recargada y armónica. Iba escuchando el mensaje de siete minutos que mi amiga Lidia me había enviado para pedirme consejo, cuando me tropecé con la calzada levantada y frené en la acera con el codo derecho y la rodilla izquierda. A la mierda los chakras y la armonía, quería volver a mi cama a llorar. Desinfecté con agua oxigenada mi vergüenza y sollocé dando un espectáculo catártico de autocompasión.

Lo bueno era que de ahí, ya sólo podía ir hacia arriba. -A no ser que una alcantarilla abierta se interpusiera en mi camino.- Lo que no había valorado era que también podía ir en dirección contraria. Por la tarde, Teresa me acompañó a un ensayo con una banda de rock. Buscaban a alguien que quisiera cantar un tema con ellos en el boliche del sábado y, evidentemente, me ofrecí voluntaria para el show. Fue curioso, justo el sábado anterior Teresa me acompañaba en el concierto "Eksperimenta II" de Perotá Chingó y soportaba mis plañideros "quiero ser cantante" con bastante buena cara. Pues bien, agarramos el colectivo nº22 como Google maps indicaba. Solamente hubo un problema, nos llevó hacia el sur de la ciudad, haciendo una parada por cuadra, cuando nosotras teníamos que ir hacia el norte. Llevaba la puerta abierta y la gente se arrojaba en marcha. Yo temía no llegar a tiempo. Lo que debería haber sido un trayecto de 45 minutos se convirtió en un paseito por Córdoba de 2 horas. Antes de ser una estrella ya estaba comportándome como tal. Por suerte los chicos esperaron y les "re-encantó che, súper buena onda". Me ofrecieron que, además de I got you (I feel good), cantase la parte de Christina Aguilera en Moves like Jagger. En realidad yo no me la sabía, y tengo un serio problema de memorización, pero el día del concierto Ane se puso en primera fila para soplarme la letra.

No sonó demasiado bien, pero se ve que eso al público le dio igual. Luego, en el boliche me paraban y me saludaban por mi nombre. Yo no sabía si era gente que debía conocer o si, sencillamente, me habían visto actuar y por eso sabían cómo me llamaba. Repito, tengo un serio problema de memorización. Esa noche me divertí y bailé como hacía tiempo, a costa de gastarme la voz y desarrollar este moco verde que me revierte ahora la garganta. Una así no puede ser artista, no tengo madera para los cambios de ambiente. Por suerte, me acordé de echarme en la mochila de mano un pintalabios color rojo y los polvos compactos que me acompañan desde la ESO. Espero que Aguara siga lo suficientemente cegada por el amor como para no darse cuenta de que parezco parte del elenco de The Walking Dead. 

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